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31 de diciembre de 2009
La vida es como un intento eterno, casi absurdo o quizás sujeto a la idea de encontrarle un sentido a todo o que los fracasos son excusables por una posible próxima oportunidad. No creo en segundas oportunidades, todo es un primer intento, un primer intento eterno, un infinito de arrojarze con todo, apostarlo todo y levantarse antes de tener la certeza de haber ganado algo o solo haber sido derrotado.
Tal vez la única diferencia entre llevar una vida de tropiezos repetitivos y lo que sea la contraparte a eso, debe basarse, a inmensos rasgos, en el valor o el peso de la cobardía. Claramente habría un juego de tener el valor para aceptarse cobarde, ser cobarde y no asumirlo, ser valiente o simplemente moverse entre todas las opciones que se nos ocurriese inventar, ¿Acaso alguien podría definirse tan tajantemente en una sola línea? lo mejor quizás sea considerar la predominancia.

El precio de esta valentía/cobardía absurda o quizás con mas sentido del que yo me atreviera a darle, elevandola del pedastal de frase de escritor ebrio, sea una constante en la vida de muchos (yo) y solo asumirla tenga mas sentido que sentarse a cuestionarla. Me inclino por ello. El precio, habiendo desviado el tema, a simple vista parece enorme, o menor, dados los datos tipicos de las excepciones a las reglas.

Personalmente hablando, que es casi la única forma en la que se hablar, el problema radica en la dualidad de las relaciones humanas, de como nada es mutuo, a menos y apenas lo que no es positivo. Así, nos encontramos con infinidad de sujetos lamentandose y alimentando los miedos de lo aburrido que es no arrojarze, desviandolos hacia otras sensaciones, colores, dolores, alcoholes, y haciendo inútil cualquier intento de profundizar...

Demasiada lata, solo quería desahogarme.

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