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Momento


Oigo como ladra tu entrepierna
y lo obsoleto no logra devorarme.

Ella sonríe en las sábanas
casi como una mujer,
como un can de tres cabezas,
de labios rojos
y el cigarro que arde entre malos versos
que memorizas enajenada
cierra las puertas:
Veinticuatro pastillas la soga y te desnudas
y en blanco y negro
te apuñalas
en blanco y negro
te apuñalas
y sonríes.

Sonríes
dolida voz de dios mordiéndose las uñas
pues sabe que ha llegado.

Pequeño.

Risotadas estridentes entre las persianas:
la bruta de siempre, radiante, viuda o soltera,
muestra los dientes
y los espectadores enceguecidos huyen de la escena.

"He traído tu hueso" te gritaba.
he traído tu hueso
y lo obsoleto no ha logrado devorarme.

Ella solloza escondida bajo la cama,
asustada,
por un momento fue niña
o quizás una hoja blanca y el miedo
se refugia en el tropel enfurecido
que intenta socavarnos.

Inmóvil.

Ahora te golpeo.
Yo te golpeo.

Entintado.

Poca monta, pelea de barrio.
La soga está tensa de cuerpos desnudos,
los puñales oxidados de hambre
caen rendidos y malolientes.
La patética sensación,
Dos vasos más para espantar
la cobardía
y grita, sabes que grita.
Ni tan pequeño ni tan inmóvil,
casi un dios emborrachado escupiendo tinta,
escupiendo los tiros que se oyen en sus puertas,
vengativo, sediento,
precoz, hombre y precoz,
pisoteando morales y asexualidades de mierda,
terrorista para insultarlo.
Se corta el maldito hilo.

Pequeño
Asustado y perdido.

Escucha ensimismado el ladrar de su entrepierna.
Ella le responde y mueve la cola.
Ella le responde,
se pinta los labios
y aunque aúlla podría jurar que es una mujer.



(La primera versión de este texto aparece publicado en la porquería de libro titulado "Vitrales Nortinos" por la Asociación de Escritores del Norte (A.S.E.N.))