Sin mayores pretenciones la experiencia se habla a si misma en un intento de no repetir ni los fracasos ni las victorías, un vano intento de reinventarse o buscarse una vida nueva en el dicho burdo de la imposibilidad de crear algo original. Los días de rutina hacen de la experiencia una eminencia en materias repetidas y carentes de importancia alguna para el resto, originar vocablos propios o sencillamente comunicarse de forma coherente a traves del boca a boca.
Reencarnada en un sin fin de malas lecciones, que de las buenas no se aprende nada, la experiencia en ocasiones asume la función de paria efímera, lo que no conlleva a una falta de respeto por si misma o a algun sentido de desvalorización.
La experiencia habla de formas, quizás, pocos ortodoxas, casi inentendible, pero a fin de cuentas lo hace y nadie escapa al mal de no saber escuchar.
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